Diana Beltrán, la mexicana que conquistó Roma con el sabor de México

Desde Acapulco hasta el Vaticano, la historia de Diana Beltrán es una travesía llena de mucho sabor. En Roma fundó La Cucaracha, el primer restaurante mexicano auténtico, y hoy, a 25 años de sembrar identidad con cada platillo, es reconocida en Sabor Es Polanco como embajadora de la cocina nacional en el mundo. Araceli Calva Instalada en Roma desde hace cuatro décadas, Diana Beltrán llegó a México para recibir un reconocimiento de parte del festival gastronómico Sabor Es Polanco, por su labor de difusión de la cocina mexicana en el extranjero. “Hace 40 años me fui a vivir a Italia. Me di cuenta de que no había restaurantes mexicanos y, después de haber vivido allá algunos años, me animé a abrir uno. Yo no soy cocinera, pero ahora sí que la necesidad hizo virtud. Tuve que comenzar a decidir, porque me tenía que quedar en Italia. Había terminado una etapa de mi vida y necesitaba reinventarme. Sabía cocinar, porque mis abuelas eran cocineras. Empecé haciendo caterings cuando en Italia todavía no había, y la Embajada de México en Italia me ayudó mucho. Así, poco a poco hice mis pininos, participé en muchas ferias, y al final decidí abrir el restaurante que se llama La Cucaracha, que ya tiene 25 años”, indica. En entrevista, previo a la entrega de su reconocimiento, la chef señala que los platillos que han llegado al corazón de los italianos, increíblemente, son las enchiladas verdes. Aunque están picosas, en estos 25 años les han dando poco a poco la sazón mexicana. “Al principio no me la aceptaban, porque ellos estaban acostumbrados a que la cocina mexicana era fajitas, burritos… Entonces les empezamos a ofrecer enchiladas verdes, cochinita pibil, tostadas, y les enseño que se come con la mano. Ha sido un gran aprendizaje enseñarles a los italianos cómo se come un taco. Hay una anécdota que siempre cuento: a los niños, cuando llegan al restaurante, les damos un taco de bistec, porque para ellos es más fácil sentir los sabores. Y yo llego y les digo: Este es el único lugar donde van a poder comer con las manos. Van a agarrar el taco, lo van a levantar, se lo van a llevar a la boca… ¡y van a levantar su dedo meñique! Es muy bonito enseñarle eso a las nuevas generaciones. Ya llevamos dos generaciones, y eso nos llena de orgullo”, explica. Diana comenta que el taco perfecto comienza por una buena tortilla, y de eso sufría Italia, porque le era difícil conseguirla, pero indica que llegó otra mexicana, que comenzó de cero, con el negocio de las tortillas, La Morenita, son tortillas nixtamalizadas, que hacen de la cocina mexicana un deleite. “Tener una buena tortilla nixtamalizada y una buena proteína… Yo creo que el taco perfecto está hecho con mucho amor. Mi taco favorito es el de carnitas, me encanta, y creo que podría comerlo todos los días. Ahora que estoy en México, estoy aprovechando para comer todos los que pueda. ¡Están todos maravillosos!”, puntualiza. Más allá de La Cucaracha, Diana ha abierto dos restaurantes más: Tiburón Trieste y Tiburón Navona, dedicados al pescado. Además, junto a su hijo, ha impulsado una nueva línea de restaurantes en Roma enfocados en burritos, con un fuerte compromiso con la sustentabilidad. “Hace cinco años abrimos otro restaurante, y ahora ya son tres. Son de burritos, una mezcla entre taquería y burretería. Mi hijo, que regresó después de estudiar fuera, llegó con esta visión sostenible, y fuimos el primer restaurante en Italia en incorporar empaques sustentables y biodegradables. Fue un reto, porque mucha gente no lo conocía. Dos años después de que nosotros empezamos, en Roma comenzaron a prohibir el plástico. Nosotros seguimos tratando de ser sustentables, aunque a veces la gente no lo entienda. Iniciamos hace tres años y aún sigo explicando por qué lo hacemos. Usamos hoja de maíz para servir la comida, como en forma de barquito, y ahora también estamos usando hoja de plátano. Es muy bonito. Todavía no podemos envolver el burrito con hoja de plátano… pero ya casi, nos falta poco”, añade. La pasión de la chef por la cocina nació desde su infancia. “Mi encuentro con los aromas y sabores de la cocina se dio cuando era niña, porque mi abuela era cocinera de un empresario, y yo viví entre esos aromas. Tengo una anécdota de infancia: cuando llegábamos al pueblo, mi abuela tenía una de esas cocinas antiguas, todo de barro, con un gran comal. Llegaba una señora con la masa recién molida, recién nixtamalizada, y nos hacía tortillas. Me encantaba comerlas solo con sal. Aprendí de mi abuela. Ella fue mi master, y para mí, la cocina ha sido mis alas para volar. Gracias a la cocina, hoy soy Diana Beltrán, y me ha dado muchas satisfacciones”. Por otra parte, la chef agregó que el reconocimiento recibido en Sabor Es Polanco fue particularmente significativo; cuando le dijeron que era merecedora de este premio se puso muy contenta, porque se trata de un festival en el que participan grandes restaurantes de México, y que además, se lo dieran en el mismo año en el que también reconocieron a un chef como Ricardo Muñoz Zurita, fue un gran logro para ella. Diana también ha participado en proyectos televisivos. Con el canal italiano Gambero Rosso, viajó a Yucatán y compartió su visión de la cocina mexicana con el público europeo.
La miel, el oro dulce que poliniza la vida

Cada 20 de mayo, el mundo rinde homenaje a uno de los oficios más antiguos y esenciales de la naturaleza: el de las abejas. Su zumbido constante es algo más que un sonido, es la vibración que fecunda los campos y mantiene con vida los ciclos del planeta. Desde 2017, la ONU proclamó esta fecha como el Día Mundial de las Abejas, con el objetivo de reconocer su papel como polinizadoras, promotoras de biodiversidad y, claro, productoras de uno de los tesoros más nobles de la tierra, la miel. Redacción Vatel Magazine México es un país de suelos generosos, cuya tierra fértil es ideal para las abejas, por lo que Yucatán, Chiapas, Veracruz, Campeche y Jalisco, figuran entre los estados con mayor producción apícola del país, que ha preservado los saberes ancestrales de los pueblos mayas y que también ha implementado técnicas modernas de recolección, para que la miel mexicana tenga no solo sabor, sino identidad y tradición. No es casualidad que este alimento, espeso y luminoso como el sol líquido, haya sido utilizado por generaciones como medicina, como bálsamo, como ofrenda. Hoy sabemos que sus propiedades van más allá del gusto: – Actúa como antioxidante natural, ayudando a prevenir enfermedades cardiovasculares. – Estimula la producción de melatonina, promoviendo el descanso y el sueño reparador. – Funciona como un prebiótico, mejorando la digestión de forma suave y natural. – Ayuda a la regeneración cutánea, gracias a sus enzimas y probióticos. – Mitiga el estrés, al equilibrar los niveles de glucosa y energía en el cuerpo. ¿Cómo diferenciar la miel real de la miel adulterada? La miel auténtica es un producto natural, elaborado por las abejas a partir del néctar de las flores. Además de su sabor inconfundible, posee propiedades nutricionales y medicinales que la han convertido en un alimento valorado desde la antigüedad. Sin embargo, en el mercado circula una gran cantidad de miel adulterada, es decir, mezclada con jarabes de azúcar, glucosa, fructosa o incluso agua, lo que reduce su calidad y beneficios. Saber distinguir entre una y otra es clave para consumir un producto genuino. 1. Revisa la etiqueta Una miel real debe contener únicamente un ingrediente: miel 100% pura. Si en la lista aparecen aditivos, jarabes o azúcares añadidos, se trata de una miel adulterada. También es importante verificar el origen y si cuenta con certificaciones de calidad. 2. Observa la textura y cristalización La miel pura tiende a cristalizar con el tiempo, especialmente en climas fríos. Esto es completamente normal y no afecta su calidad. En cambio, la miel adulterada suele permanecer líquida por largos periodos, ya que los jarabes añadidos evitan la cristalización. 3. Prueba de agua Coloca una cucharadita de miel en un vaso con agua: si se va al fondo sin disolverse fácilmente, es señal de que es pura. La miel adulterada tiende a disolverse de inmediato o a mezclarse rápidamente con el agua. 4. Prueba del fuego Otra prueba casera consiste en mojar un fósforo en miel e intentar encenderlo. Si prende con facilidad, es probable que la miel sea pura. Si no enciende, puede contener agua o aditivos. 5. Aroma y sabor La miel auténtica tiene un aroma floral, herbal o terroso, dependiendo de las flores de origen. Su sabor es complejo y puede dejar notas persistentes. En cambio, la miel adulterada suele tener un gusto plano o excesivamente dulce. 6. Compra en lugares confiables Adquirir miel directamente de apicultores locales o en tiendas especializadas aumenta las probabilidades de obtener un producto puro. También puedes buscar mieles con denominación de origen o certificaciones orgánicas.
Ricardo Muñoz Zurita recibe homenaje por su trayectoria gastronómica

Con casi cuatro décadas dedicadas a la investigación, preservación y difusión de la cocina mexicana, el chef Ricardo Muñoz Zurita fue homenajeado en una cena especial celebrada en Campo Marte, la noche previa a la onceava edición del festival gastronómico Sabor Es Polanco. Por Redacción Vatel Magazine Originario de Coatzacoalcos, Veracruz, el chef Ricardo Muñoz Zurita es reconocido no solo por su labor como cocinero, sino también por su invaluable contribución como investigador y autor de obras fundamentales para el conocimiento culinario del país, como Los clásicos de la cocina mexicana y el Diccionario enciclopédico de gastronomía mexicana, entre otros títulos que han marcado un parteaguas en la gastronomía nacional. La cena-homenaje, organizada por el comité de Sabor Es Polanco, reunió a destacadas figuras de la cocina nacional e internacional, quienes ofrecieron un menú especial en honor al chef veracruzano. La velada inició con la participación de Diana Beltrán, chef guerrerense radicada en Roma desde hace 25 años y fundadora del restaurante La Cucaracha, quien presentó una Entomalada de Hongos con Salsa de Trufa. Su platillo, de sabores profundos y elegantes, provocó que más de uno dejara el plato limpio. El segundo tiempo corrió a cargo del chef yucateco Pedro Evia, quien sirvió un atrevido y sabroso Ceviche Negro de Callo de Hacha. Aunque algunos comensales notaron un picor más pronunciado de lo esperado, la combinación de sabores fue aplaudida por los comensales. El plato principal fue preparado por el propio homenajeado, quien puso en la mesa su clásico Chipotle de Amor, una de las creaciones de Azul Restaurante. Se trató de un filete de res perfectamente cocinado, acompañado de una salsa de chipotle. Para cerrar con broche de oro, la chef pastelera Maricú Ortiz presentó un delicado postre, ideal para cerrar esta noche de reconocimientos, fue una Paja de Mil Hojas con crema de vainilla y miel melipona, que conquistó paladares por su equilibrio entre textura y dulzura. Durante la ceremonia, Ricardo Muñoz Zurita recibió un reconocimiento especial de manos de Alejandro Garza, productor y director general de Sabor Es Polanco, quien destacó la trayectoria del chef como un pilar de la cocina mexicana contemporánea y como un puente entre el conocimiento ancestral y las nuevas generaciones. Este homenaje no solo celebró la carrera de un gran chef, sino también el legado cultural que Muñoz Zurita ha sabido rescatar, documentar y compartir con el mundo.
Vatel Magazine llevó sus letras y su sazón a Sabor Es Polanco

Este fin de semana, Campo Marte se transformó en un festín de sabores con una jornada gastronómica que reunió a lo más destacado de la escena culinaria de la Ciudad de México. Entre los protagonistas que acapararon los elogios por sus degustaciones, estuvo Vatel Magazine, cuya presencia estuvo marcada por dos espacios, uno enfocado al mundo vinícola y otro a las experiencias culinarias. ARACELI CALVA Por primera ocasión, Vatel Magazine se hizo presente en Sabor Es Polanco, este festival que convoca a lo más destacado del mundo gastronómico, y nuestro stand de experiencias fue, sin duda, uno de los más visitados gracias a su propuesta que consistió en un menú distinto para cada día. El sábado arrancó con un impresionante ronqueo de atún, presentado por Bluefiná y el restaurante Koyi, y apartir del despiece de este gran pescado, los chefs elaboraron rollos de sushi, niguiris y tostaditas de atún con soya, mayonesa de chipotle y poro frito. El stand de experiencias fue, sin duda, uno de los más visitados gracias a su propuesta compuesta por un menú distinto para cada día. El sábado arrancó con fuerza gracias al ronqueo de atún, presentado por Bluefiná y el restaurante Koyi. A partir del despiece del atún, los chefs elaboraron rollos de sushi, niguiris y tostaditas de atún con soya, mayonesa de chipotle y poro frito. El juego entre la técnica y el sabor dieron los resultados que la gente esperaba al asistir a una fiesta de este tipo. El domingo mantuvo el listón en alto con una propuesta que a todos gustó, brochetas de arrachera con vegetales y chimichurri, empanadas de picaña y cazuelitas de maíz con cremoso de aguacate y queso. Cada bocado demostró el compromiso de Vatel Magazine con la calidad y la originalidad, reafirmando su papel como referente culinario. En ambos días, el postre, un bizcocho de plátano y nuez con ganache de mole y teja de ajonjolí, creación de Rustic Pan, fue el cierre perfecto para una experiencia tan memorable de Vatel Magazine, porque conquistó paladares. En paralelo, el stand de vino de Vatel Magazine, asesorado por la Sommelier Claudia Ibarra, fue un punto de encuentro constante para amantes del vino. Las etiquetas de Uko Wines, presentadas por Antonio Amaya, y la selección de Hispanobodegas México, representada por Carmen Solar, gerente comercial, ofrecieron recorridos sensoriales que complementaron a la perfección las propuestas gastronómicas. La respuesta fue entusiasta, con largas filas y copas siempre llenas. Ambos espacios contaron con la presencia de figuras clave del Club Vatel México, como el chef Guy Santoyo, presidente de la Mesa Directiva; el chef Sergio Camacho, presidente en activo; y el chef Juantxo Sánchez, miembro honorario del club. La operación y logística estuvieron en manos de la chef Mariana Rojas, quien orquestó, de manera precisa, cada detalle, asegurando así una experiencia de alta calidad para todos los visitantes. El stand de Experiencias Vatel, siempre estuvo apoyado por un gran equipo de voluntarios de diferentes escuelas de gastronomía, que puso todo su esfuerzo y talento para que el evento fuera todo un éxito. Gracias a nuestros patrocinadores por hacer que nuestra participación en Sabor Es Polanco fuera posible, y sobre todo, que dejara satisfechos a los comensales que nos visitaron en ambos stands
Temporada de Bichos, los sabores ancestrales que regresan con la lluvia

Cuando el cielo se nubla y las primeras lluvias riegan los suelos, se refresca la tierra, los campos reverdecen y comienza la temporada de bichos, una de las tradiciones gastronómicas más antiguas del país. Aunque su consumo todavía no es de gusto común en las grandes ciudades, los insectos comestibles están presentes en nuestra gastronomía desde la época prehispánica, y es en tiempo de lluvias cuando vuelven a ocupar un lugar protagónico en mercados y restaurantes, sobre todo de las zonas rurales, entre los meses de mayo y septiembre. ARACELI CALVA Chapulines, escamoles, gusanos de maguey, chicatanas y jumiles, cada uno tiene su región, su técnica de preparación, y su recolección depende directamente del ciclo natural de lluvias, lo que convierte su consumo en una práctica profundamente ligada al entorno y el clima. En estados como Oaxaca, Hidalgo, Morelos y Guerrero, es común ver a marchantas vendiendo estos insectos en los tianguis, ya tostados y listos para comerse con tortillas recién hechas o mezclados con salsas molcajeteadas. En la Ciudad de México, cada temporada de lluvias, restaurantes como Los Danzantes y Corazón de Maguey incorporan platillos con insectos en sus menús de temporada, como los escamoles que se sirven con un delicioso tlacoyo, y los gusanos de maguey, que son una experiencia gourmet de principio a fin y que lo mismo se disfrutan como parte de un plato que de una bebida. Desde 1995, en Los Danzantes se lleva a cabo la Temporada de Bichos. En este restaurante, cada plato es un deleite al paladar; también es importante considerar que estos pequeños insectos son una fuente sostenible de proteína, y lo que por siglos fue considerado una comida exclusiva de comunidades indígenas, ahora se revaloriza y poco a poco llega a los restaurantes de las grandes ciudades de nuestro país. Tres Décadas de historia con los Bichos Durante 30 años, Los Danzantes ha hecho de esta temporada una gran tradición, porque la presenta como un gran ritual gastronómico que honra los ciclos de la naturaleza, la temporalidad de cada especie y la sabiduría del campo mexicano. Por ello, se ofrecen únicamente del 12 de mayo al 13 de julio, respetando los ciclos de la tierra que nos alimenta. Los bichos son un símbolo de identidad, de respeto por la vida y de orgullo por nuestra cultura. El consumo de insectos no es moda, es una herencia Estudios del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) señalan que existen más de 500 especies de insectos comestibles en México, y la mayoría tiene un fuerte arraigo en las cosmovisiones indígenas, donde su consumo se agradece, por lo que se cazan con rituales y se cocinan con respeto. En tiempos donde la sostenibilidad alimentaria es una urgencia, la entomofagia mexicana ofrece respuestas desde el pasado. Mientras las lluvias sigan cayendo y los campos se llenen de vida, tendremos un platillo con insectos, un platillo con un gesto que se resiste al olvido, y que es una manera de honrar la tierra y de comerla con con sabiduría. MENÚ DE LOS DANZANTES Tlacoyo con escamoles, de maíz negro amasado con frijoles y escamoles al ajillo, acompañado con salsa de jumil. Aguachile Negro con Acocil: Pepino, aguacate, rábano, tomates chirríes y acociles. Queso, Gusano y Chapulines: Sarteneta con provolone, ensalada de nopal, gusanos de maguey y chapulines. Servido con salsa de hormiga chicatana. Arroz con Bichos: el tradicional del festival. Arroz salvaje y arborio salteado con escamoles, chapulines y caracol. Servido con cocoliches y gusanos de maguey. Panqué de Plátano y cocoliches: Con mantequilla avellanada y helado de vainilla con cocoliches. Bebidas Coctel Yoloxokote: mescal Los Danzantes Joven Espadín, shurb de durazno, con semilla de cilantro, Lillet blanc y jugo de limón. Garnitura: crusta de sal de chinicuil con jamaica y flor capuchina. Coctel Meocuil: Mezcal Los Danzantes Joven Espadín, Amaro Averna, jarabe de maracuyá, óleo de cítricos con chinicuil y jugo de limón. Garnitura Ramillete de hierbabuena, angostura y chinicuil.
Milpa, Memoria y Fogón de Serrín, Cocina Viva de Cristina Martínez Cruz

En lo alto de Acaxochitlán, Hidalgo, donde el aire huele a tierra húmeda y a leña antigua, una mujer sostiene con sus manos un legado ancestral que arde, se transforma y alimenta, ella es Cristina Martínez Cruz, una cocinera tradicional y nanacatera reconocida, cuya labor no solo se centra en la preparación de alimentos, sino que su verdadero valor está en que teje saberes, cultiva resistencia y cocina identidad. Su cocina de humo, alimentada con serrín del taller familiar, y su milpa sembrada con maíz, nopal y memorias, son prueba viva de que la soberanía alimentaria no es un concepto abstracto, sino una forma concreta de habitar el mundo, resistir desde la raíz y reinventar la tradición. Esta es la crónica de un encuentro con su fuego, su palabra, su mesa y sus manos. Cristina Martínez Cruz: ejemplo de soberanía alimentariaPor: Salvador Espino ManzanoColaboración y coautoría: Cristina Martínez, Eduardo Plascencia y Williams García Durante la Semana Santa de 2025, un equipo de investigación gastronómica conformado por los chefs Salvador Espino, Eduardo Plascencia y Williams García —cocineros e investigadores gastronómicos, miembros de CIG y Vatel Club México— realizó una visita etnográfica a la comunidad de Los Reyes, en el municipio de Acaxochitlán, Hidalgo. En este contexto, Cristina Martínez Cruz —cocinera tradicional certificada y nanacatera reconocida por su comunidad— abrió las puertas de su cocina para compartir, a través de sus prácticas cotidianas, un sistema alimentario vivo que vincula tradición, sostenibilidad e innovación; demostrando que este modo de vida se refleja como parte de su soberanía alimentaria. El trabajo de campo inició en su cocina de humo, un espacio doméstico de alrededor de 4×4 metros, donde el orden de los utensilios, la distribución del mobiliario y la presencia de herramientas tradicionales —metates, molcajetes, cazuelas de barro y comales— revelan una continuidad intergeneracional de saberes culinarios. En este entorno destaca una innovación técnica que sintetiza adaptación ecológica y conocimiento empírico: un fogón alimentado con serrín, material residual proveniente del taller de carpintería de su familia. Cristina y su madre desarrollaron este sistema alternativo como respuesta a la necesidad de reducir la exposición al humo en espacios cerrados y aprovechar recursos locales. El resultado es un dispositivo portátil, de bajo costo, que alcanza temperaturas altas y estables en pocos minutos y permite una cocción eficiente, incluso de alimentos de cocción prolongada. Esta innovación, sin perder el vínculo con el fuego como elemento simbólico y funcional, ejemplifica cómo la tradición culinaria puede dialogar creativamente con su entorno. Parte del recorrido se centró en la milpa familiar, ubicada a escasos metros de la vivienda. Allí, Cristina cultiva, cosecha y recolecta una amplia diversidad de productos agrícolas, entre los que sobresale el nopal. Con líneas de siembra de casi 100 metros y un manejo cuidadoso del corte, este cultivo no solo garantiza una fuente constante de alimento, sino que también representa un modelo de autosuficiencia y soberanía alimentaria. Los brotes tiernos, recolectados con la mano para no dañar la planta madre, requieren poca tecnología para ser utilizados; sin embargo, una mano hábil y firme para su limpieza. Son apreciados por su textura, sabor y valor nutricional: aportan fibra, antioxidantes, vitaminas y compuestos bioactivos. Además, en temporadas como la Cuaresma —cuando, de acuerdo con el dogma de la religión católica, se limita el consumo de carne—, el nopal, junto con leguminosas como las habas y el frijol, se convierte en base fundamental de la dieta. Lejos de ser un ingrediente menor, el nopal encarna una resistencia cultural: ha sido históricamente marginado en los discursos gastronómicos hegemónicos, a pesar de su versatilidad y riqueza simbólica. En la cocina de Cristina, sin embargo, adquiere un lugar protagónico. Su uso cotidiano no solo responde a criterios de disponibilidad o economía, sino a un principio de arraigo. Incorporarlo a la mesa no es solo una elección alimentaria, sino una afirmación identitaria que conecta el territorio con la memoria, la técnica y el cuidado comunitario. Durante la visita, Cristina compartió la preparación de un platillo característico de la temporada: un guiso de habas secas, adobo de chile guajillo y nopales frescos. La cocción se llevó a cabo en el fogón de aserrín, cuya llama constante permitió obtener un platillo sustancioso en poco tiempo. A la par, elaboró tortillas de maíz azul, cuyo maíz provenía de su propia cosecha, reafirmando la autosuficiencia como práctica diaria. La sencillez de los elementos —una cazuela, un comal de barro, un puñado de ingredientes locales— fue contrastada por la profundidad de los saberes desplegados en cada gesto: desde la elección del momento de cosecha hasta el manejo del calor o la preparación del adobo. Lo observado en esta jornada etnográfica permite afirmar que la cocina de Cristina Martínez Cruz es más que un espacio de preparación de alimentos: es un lugar consciente de la transmisión de saberes, de resistencia cultural y de innovación desde la tradición y la necesidad como puntos de partida. La combinación entre técnicas ancestrales, ingredientes nativos e imaginación adaptativa —como el fogón de aserrín— constituye un ejemplo valioso de lo que puede entenderse como cocina de origen. Una cocina que no solo alimenta, sino que educa, representa y da sentido. En un tiempo en que los discursos sobre alta gastronomía dominan la escena pública, experiencias como la de Cristina invitan a revalorar los saberes locales como parte esencial del patrimonio alimentario de México.
El Mural de los Poblanos celebra el 5 de mayo con mole y memoria

El artista plástico y pintor Joel Rendón, develó su más reciente obra titulada “Glorioso Cinco de Mayo”, que a partir de este miércoles luce en uno de los principales salones del restaurante Mural de los Poblanos, como un homenaje a la célebre Batalla de Puebla de 1862. Araceli Calva La obra, inspirada en los relatos y símbolos de aquella gesta histórica, retrata escenas heroicas que se desarrollan entre paisajes icónicos del estado de Puebla, como la Catedral, la pirámide de Cholula y los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. En el corazón de la composición, el Cerro de Loreto cobra vida como un estallido de energía, mientras que el general Ignacio Zaragoza aparece con los tonos azules de la talavera poblana; un ángel y un diablo sostienen una manta con la leyenda “Glorioso 5 de Mayo”. También un águila emerge altiva como símbolo del espíritu que unió a cientos de combatientes indígenas llegados desde la Sierra Norte para integrar el Sexto Batallón. “Traté de visualizar lo que fue la Batalla de Puebla, porque no hay fotografías, solo relatos…”, dijo el artista durante la develación. Como parte de esta celebración, el restaurante dio inicio al Festival de los Moles San Pascual Bailón, que en su tercera edición honra al mole como uno de los grandes estandartes de la cocina mexicana. El mole, leyenda viva de la gastronomía mexicana, se celebra en el Encuentro de los Moles El mole es símbolo de la riqueza culinaria de México. Su historia y tradición se expresan en la infinidad de versiones que existen a lo largo del país, en recetas que pasan de generación en generación. Nacido del mestizaje —de la unión de ingredientes prehispánicos con productos traídos de Europa—, este platillo se ha hecho presente en distintas regiones con diversos colores y aromas, pero siempre con la misma esencia. En el marco del Encuentro de los Moles, el restaurante El Mural de los Poblanos abrió sus puertas al chef Juan Emilio Villaseñor, quien presentó una versión originaria de Guanajuato: el mole de La Cocinoteca, preparado con polvo de cecina leonesa. También participó la cocinera tradicional Victoria Serrano, fundadora del proyecto Mole Xalóztoc, una iniciativa familiar dedicada a preservar y difundir el mole poblano como legado cultural. Leyendas del mole De acuerdo con información del restaurante, el mole ha sido motivo de múltiples relatos legendarios. Uno de los más conocidos cuenta que una monja del convento de Santa Clara, en Puebla, molía chiles secos y especias cuando de la mezcla comenzó a emanar un aroma tan delicioso que las demás religiosas acudieron a la cocina. Entonces, la madre superiora exclamó: “¡Hermana, qué bien mole!”, dando así —según la leyenda— origen al nombre del platillo. Otra versión sitúa la creación del mole en el siglo XVII, atribuida a sor Andrea de la Asunción, del convento de Santa Rosa. Ante la visita inesperada del virrey, la monja habría mezclado más de 80 ingredientes con un poco de agua, y accidentalmente dejó caer un trozo de chocolate, dando lugar a una preparación que asombró por su sabor. Más allá de los mitos, lo cierto es que el mole es uno de los platos con mayor reconocimiento gastronómico en México. En este encuentro culinario, se rinde homenaje también a San Pascual Baylón, santo patrono de las cocineras, a quien se le pedía protección para que los guisos resultaran perfectos. Se dice que en las cocinas se rezaba:“San Pascual Baylón, atiza mi fogón, yo pongo el baile y tú el sazón.” Históricamente, el mole tiene sus raíces en el mulli o chilmolli prehispánico —una salsa ritual preparada con distintos chiles, semillas de calabaza, hierba santa y jitomate— que se ofrecía a los dioses o se servía en ceremonias. Con la llegada de los españoles, se añadieron ingredientes como pimienta negra, anís, canela y carne, y así comenzaron a surgir las distintas variantes regionales que conocemos hoy. El Festival estará vigente hasta el 26 de mayo, ofreciendo a los comensales una experiencia sensorial que honra tanto el legado histórico de Puebla como la riqueza de su cocina. Un menú en honor al mole Como parte de la celebración, El Mural de los Poblanos presentó un menú especial que incluyó: Para acompañar cada uno de los platos, se ofreció una vasta variedad de vinos, mezcales y pulque, que le dieron su toque especial a cada plato. Así, entre pinceladas de memoria y cucharadas de identidad, el Mural de los Poblanos reafirma su objetivo de ser un espacio donde el arte y el sabor se funden para contar la historia de nuestro país.
Chefs de Puerto Vallarta Conquistan Tehuamixtle con Ostiones de Autor

La costa de Jalisco brilló con el Festival del Ostión 2025 en Tehuamixtle, donde chefs de Puerto Vallarta reinterpretan este manjar marino frente al Pacífico. Sabores únicos, comunidad pesquera y toneladas de ostiones se unieron en una experiencia inolvidable. Patricia Ortega La brisa del Pacífico, el crujido de la leña y el inconfundible aroma a mar marcaron la quinta edición del Festival del Ostión en Tehuamixtle, un rincón pesquero del municipio de Cabo Corrientes, Jalisco. En este evento, ya referente gastronómico del occidente mexicano, convergen talento culinario, tradición costera y pasión por uno de los manjares más nobles del océano: el ostión. La cocina de autor Este 2025, el festival reunió a un grupo de chefs consagrados de la Bahía de Banderas, quienes ofrecieron creaciones originales con ostión como protagonista. Guillermo Wulff (Barrio Bistró), Polo Cortés, Hugo Chávez (Azul) y Alan Olvera, especializado en catering náutico, fueron los encargados de transformar parte de las dos toneladas de ostión recolectadas por los pescadores locales en platillos únicos. El chef Wulff presentó un ostión estilo vallarta, envuelto en hoja de nori y bañado con una mezcla de sal, maracuyá, mostaza Dijon, soya, clamato y chile de Tapachula. “Este plato es exclusivo para el festival, no está en mi restaurante. Es un homenaje a esta costa que tanto quiero”, compartió el chef, quien también ofreció raicilla de su propia producción, el destilado jalisciense que ya es parte esencial de esta celebración. La bahía como inspiración El chef Alan Olvera, por su parte, ofreció ostiones con tres salsas distintas: una tatemada con seis chiles, un chimichurri y una versión de salsa macha sin cacahuate, adaptada al entorno marino. Su presentación, sobre arena y concha, evocaba la salida del molusco desde el océano. “Nuestra idea es mantenernos fieles a los sabores de la bahía, pero sin repetir fórmulas. Innovamos sin olvidar lo esencial”, explicó Olvera, quien además subrayó su compromiso con la pesca sustentable. Polo Cortés aportó ostiones zarandeados, cocidos a la leña con ajo, limón y especias, rescatando métodos tradicionales con un toque fusión. “Me gusta crear sin ser ordinario”, dijo, reafirmando su pasión por la cocina con identidad. Ostión: del mar a la comunidad El ostión de Tehuamixtle se distingue por su tamaño y sabor, resultado de las condiciones naturales de sus bancos marinos. De las cinco especies nacionales, japonés, americano, de oca, de mangle y Crassostrea corteziensis (de placer), esta última es la que reina en la costa jalisciense. Su perfil nutricional, con alto contenido de proteínas y omega 3, lo convierte en un superalimento marino. Este festival no solo es una plataforma gastronómica, también es una celebración del trabajo comunitario. Los pescadores locales recolectan durante semanas toneladas de ostión que se obsequian gratuitamente durante el evento. “Aquí hay corazón. Aquí venimos a disfrutar, pero también a apoyar lo nuestro”, resaltó el chef Memo Wulff, recordando el lazo afectivo que lo une al pueblo, donde descansan las cenizas de su abuela. La joya del Pacífico: Tehuamixtle Ubicado a unos 100 kilómetros al sur de Puerto Vallarta, Tehuamixtle es un paraíso oculto al que se llega por carretera, vía El Tuito, en un viaje de aproximadamente tres horas. Sus aguas cristalinas y su gente hospitalaria lo convierten en el escenario perfecto para esta fiesta del sabor. Una subasta con sabor a récord Uno de los momentos más esperados del festival fue la subasta del ostión más grande. En ediciones anteriores se han presentado ejemplares de hasta 1.8 kilos, compitiendo no solo por su tamaño, sino por el orgullo de la comunidad. Esta dinámica impulsa la conservación de los bancos naturales y pone en valor la riqueza del ecosistema marino local.
Valencia, un destino gastronómico que celebra el sabor mediterráneo

Visit València lanza “La despensa mediterránea”, una campaña que invita a saborear la ciudad a través de su herencia culinaria, conectando la huerta, el mar y la tradición con experiencias auténticas como clases de paella, mercados y slow travel. Patricia Ortega En el corazón del Mediterráneo, se encuentra Valencia, un destino que se presenta al mundo como una experiencia culinaria viva y que, con su nueva campaña “La despensa mediterránea”, busca que los viajeros conozcan, disfruten y degusten la ciudad, porque en este rincón de España, la gastronomía no es solo parte de la cultura, sino que es parte de su esencia. Valencia es un territorio privilegiado que integra tres mundos en uno: la huerta fértil de l’Horta, el Parque Natural de la Albufera y el mar Mediterráneo. De ahí nace una cocina rica, fresca y profundamente conectada con su entorno. Esta campaña pone en valor una tradición que lleva siglos cultivando: el arte de comer bien, con respeto por la estacionalidad, por el origen de los ingredientes y por el tiempo que toma preparar algo memorable. Una de las joyas de esta propuesta es la “Paella Experience”, que lleva a los visitantes a las raíces del platillo más representativo de Valencia. Más allá del cliché, se trata de una vivencia que empieza con un recorrido por los arrozales de la Albufera, continúa con la selección de ingredientes frescos en los mercados locales y culmina con la preparación de la auténtica paella valenciana bajo la guía de cocineros locales. Cocinarla es tan importante como compartirla, y es ahí donde ocurre la magia, porque alrededor de la paella, todos son bienvenidos. Pero Valencia ofrece mucho más que arroz. Esta ciudad ofrece al mundo su Mercado Central, una joya modernista y uno de los mercados más grandes de Europa, por lo que es una parada obligada para cualquier visitante, quien aquí encuentra un universo de productos locales, embutidos, quesos, pescados recién salidos del puerto y frutas que aún conservan el rocío de la mañana. Las visitas guiadas con degustaciones permiten no solo probar, sino comprender el origen de cada sabor. La campaña también resalta la filosofía del “slow travel” y el “bienestar mediterráneo”. En València, comer con calma, caminar sin prisa y disfrutar de la vida al aire libre no es una tendencia, es una forma de vida. Además, el clima templado, las terrazas soleadas y la cercanía con el mar favorecen un estilo de vida saludable, donde lo natural y lo local son una norma. “La despensa mediterránea” es una invitación a vivir Valencia con los cinco sentidos, a dejarse sorprender por el tomate de temporada, por el pan recién horneado, por un vino de la tierra compartido entre desconocidos que pronto se vuelven amigos. En un mundo que anhela lo auténtico, Valencia emerge como un refugio para los viajeros gastronómicos, los amantes de la historia y quienes buscan experiencias significativas. La ciudad, fácilmente accesible desde Madrid en menos de 2 horas gracias al tren de alta velocidad, se convierte en un punto de encuentro entre tradición e innovación culinaria. A través de la plataforma de Visit Valencia, los viajeros pueden reservar experiencias únicas, diseñadas para saborear cada rincón de la ciudad desde la raíz hasta el plato. Y es que, en València, cada comida es una historia, y cada historia es una celebración.
Restaurante Sept Cinq 75, Cocina Francesa en el Corazón de la Ciudad de México

Ubicado en las instalaciones de Club France, en el sur de la Ciudad de México, el restaurante Sept Cinq 75 es un puente vivo entre la tradición culinaria gala y la riqueza de los ingredientes mexicanos. Al frente, el chef ejecutivo Matthieu Lecroat, originario del suroeste de Francia, y su sous chef Víctor Velázquez, le dan el toque de perfección a cada plato. Texto y fotos: Araceli Calva En el interior de Club France se encuentra Sept Cinq 75, un restaurante que rinde homenaje a la cocina francesa con un enfoque contemporáneo y de autor. Esta cocina es liderada por el chef francés Matthieu Lectoat, quien ha hecho de México su hogar desde 2011. Un restaurante abierto, cambiante y sofisticado La propuesta culinaria de Sept Cinq 75 se divide en dos cartas. La primera está pensada para la terraza y el jardín, con platillos clásicos del bistró francés como la sopa de cebolla —el más vendido—, escargots, foie gras y filetes al carbón. La segunda carta, más breve y cambiante, se renueva cada mes y medio. Es ahí donde el chef explora platos más elaborados, con productos de temporada y técnicas refinadas. Actualmente, ofrece preparaciones como liebre a la royale, faisán rostizado, trufa fresca y royal de foie gras. Además de los menús a la carta, el restaurante tiene un sistema de buffet con características únicas, de lunes a sábado se sirve desayuno a la carta, y los domingos, los comensales pueden disfrutar de un variado buffet. Para las comidas, el formato se invierte: de domingo a viernes es a la carta, mientras que el sábado se despliega un extenso buffet que incluye estaciones de quesos, ceviches, mariscos, terrinas, patés caseros, carnes frías, guisados rotativos, postres elaborados, además de una rosticería con pato, pollo orgánico y piezas estelares como rack de cerdo, pecho de res o lechón. Cenas maridaje y la cava francesa más grande de Latinoamérica Uno de los mayores atractivos del restaurante es su cava con más de tres mil etiquetas de vino francés importadas directamente. “Literalmente recibimos un contenedor de vinos. Es la cava de vinos franceses más grande de Latinoamérica”, destaca el chef Matthieu Lecroat, quien aclara que estos vinos están disponibles tanto para consumo en el restaurante como para llevar. Además, cada viernes, el restaurante organiza una cena maridaje con el sommelier del club. “Es como un miniclub gastronómico. Elegimos una temática distinta cada semana, y los comensales pueden catar vinos y disfrutar una cena especialmente diseñada para la ocasión”, indica el chef. Enamorado de la gastronomía mexicana Por una coincidencia del destino, el chef Matthieu Lecroat llegó a México en 2011 y, desde entonces, ha hecho de este país su hogar y su mayor fuente de inspiración culinaria. Originario del suroeste de Francia, cerca de Cognac y Burdeos, Matthieu comenzó a viajar desde los 16 años gracias a sus prácticas profesionales en Inglaterra e Irlanda, y fue esa pasión por conocer el mundo la que lo llevó, durante su último año de licenciatura en París, a participar en un intercambio con una escuela en Cuernavaca, donde conoció a su ahora esposa y, al terminar la carrera, decidió seguirla hasta México. “Llegué en 2011, estuve dos años trabajando en México y luego regresamos a París por un año, pero desde 2014 ya estamos establecidos aquí. La mayor parte de mi carrera la he hecho en Ciudad de México”, relata el chef, cuya visión sobre la cocina es clara, porque sabe que “la gastronomía tiene mucho que ver con la infancia y con nuestros orígenes. Nunca se saborea igual la cocina que la de su país o su región”. Aunque su formación y corazón pertenecen a la cocina francesa —con influencias del suroeste, la costa, la cocina mediterránea y la tradición de usar mantequilla con sal—, Matthieu ha abrazado con entusiasmo la riqueza de la gastronomía de nuestro país. “Cuando llegué aquí no conocía nada. Me da pena decirlo, pero creía que la cocina tex-mex era la verdadera cocina mexicana”, admite, pero asegura que, con el tiempo, descubrió sabores que al principio le resultaron extraños, como el mole o incluso la tortilla, pero que hoy no solo disfruta, sino que considera esenciales en su mesa familiar, donde conviven platillos franceses y mexicanos y que son muy apreciados por sus hijos franco-mexicanos. Su proceso de aprendizaje, señala, ha sido constante. “Soy una esponja”, asegura; y en su afán por conocer mucho más de la cocina mexicana y sus productos, el chef ha recorrido mercados como la Central de Abastos y Jamaica, que lo han sorprendido gratamente. Su llegada al Club France fue casual. Luego de tener su propio negocio durante tres años, Matthieu no buscaba trabajo, pero lo llamaron porque necesitaban un sous chef ejecutivo. Tras una breve estancia en este lugar, tuvo que salir por razones personales, pero hace un año regresó como chef ejecutivo. “Muchos creen que este restaurante solo para socios, pero no, está abierto al público en general. Solo necesitas una identificación para entrar, y puedes disfrutar de todas nuestras temporadas, nuestro menú y las cenas especiales”, indica. Equipo de campeonato En la cocina, el chef Matthieu Lecroat ha hecho gran equipo con el sous chef mexicano Víctor Velázquez, con quien participó en la final del Campeonato Mundial de Pâté-Croûte 2024, donde se pudieron colocar en el cuarto lugar a nivel mundial en Lyon, Francia. Y para delicia de los comensales, este paté de campeonato se encuentra en el menú de Sept Cinq 75. Por otra parte, el chef Matthieu invita a seguir las redes sociales del Club France para estar al tanto de sus promociones, talleres y todas las actividades que lleva a cabo el restaurante con motivo de las diversas celebraciones a lo largo del año. “Los invitamos a que nos sigan en nuestras redes sociales; hemos tenido clases de pesca responsable con proveedores, entre otros talleres. También tenemos menús especiales, y muchas actividades alrededor de fechas importantes; para este año tenemos planeado un espectáculo de lucha libre para el 15 de