Del mole al pay de limón, un recorrido por la diversidad tamalera en Coyoacán

Vatel Magazine

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La XXXI edición de la Feria del Tamal en el Museo Nacional de Culturas Populares reunió a cocineras tradicionales y expertos en gastronomía para celebrar la riqueza de este platillo tradicional de México. Desde tamales de amaranto nixtamalizado hasta innovadoras versiones como los de pay de limón, fueron parte de la muestra de la diversidad culinaria de México y Latinoamérica. Además, los asistentes disfrutaron otras delicias elaboradas con base de maíz, como el chilate y el enigmático atole de novia. La feria, que se presenta hasta este 2 de febrero, se ha convertido en un espacio de intercambio cultural y gastronómico imperdible.

Texto y Fotos: Lynda C. Balderas
Presidenta de la Delegación de Investigación Nacional

Es miércoles 29 de enero, nos hemos levantado muy temprano, ya que debemos poner a cocer los tamales que llevaremos a la XXXI edición de la Feria del Tamal en el Museo Nacional de Culturas Populares, en Coyoacán, Ciudad de México.

He andado muy contenta estos días. Recibir la invitación para impartir una charla sobre uno de mis temas favoritos me hace inmensamente feliz. Así que no hubo problema alguno en despertarme de madrugada y preparar tamalitos de arroz para llevar a la feria y compartir con todos la historia del hallazgo de los tamales de arroz estilo Jojutla.

Llegamos cerca de las diez de la mañana. El museo ya estaba listo para recibir a los expositores. El espacio asignado para la feria lucía muy coqueto, lleno de color; todas las mesas de los expositores estaban en orden, con su mantel rosa mexicano y su letrero que indicaba el lugar de origen y el nombre del proyecto o del cocinero. Los techos de las carpas estaban decorados con papel picado en el cual se podía leer la frase Feria del Tamal; pequeños grandes detalles que hacen que un evento luzca en todo su esplendor.

Poco antes de la inauguración oficial, me di a la tarea de recorrer uno a uno todos los stands. Así descubrí tamales de amaranto, elaborados por productores de la alcaldía Xochimilco. Usaron la semilla de amaranto sometida a un proceso de nixtamalización para suavizarla, porque una cosa es la semilla de amaranto y otra muy distinta es la semilla ya reventada, que es lo que todos estamos acostumbrados a comer. El amaranto, así como el maíz palomero, al ser sometido a altas temperaturas, revienta. Incluso el arroz integral se revienta; esto lo descubrí hace muchos años cuando inicié tostando arroz para preparar harina. Una vez nixtamalizada la semilla, la agregaron a la masa de maíz y prepararon los tamales. El tamalito estaba delicioso, con ese sabor tan característico del amaranto y trocitos de quintoniles que aparecían en cada bocado.

Del estado de Guerrero había tamales de tichinda, un tamalito color anaranjado del que sobresalían las tichindas. La tichinda es una variedad de almeja de concha negra parecida al mejillón, un molusco que se cría debajo de los manglares. Dicen quienes preparan los tamales que hay dos tipos de tichindas: las que se usan para el ceviche, que se dan en el lodo, y las que son de racimo, que son las que se usan para el tamal.

De Cuetzalan, en el estado de Puebla, había tamales de maíz azul con chapulines, con verdolagas y con chilacayote, además de atole de masa azul y chocolate. De Comalcalco, Tabasco, había chanchamitos y tamales de pejelagarto.

De Ocosingo, Chiapas, la cocinera Blanca Estela Urbina preparó tamales de chipilín, tamales especiales de mole que se acompañan con una ensalada de col y unos tamales rellenos de frijol refrito molido al que le agregó pepita de calabaza molida y polvo de camarón. El envoltorio era hoja santa, ¡una verdadera delicia! Me gustaron tanto esos tamalitos que ahora haré una nueva versión de los tamales de arroz y frijol inspirados en la receta de Blanca. Además, es una mujer muy simpática y platicadora, con mucho entusiasmo para compartir sobre su tierra y los ingredientes de su cocina. Bastaba acercarse a su stand para querer conocer Chiapas y descubrir sus sabores.

En mi recorrido tamalero también hubo descubrimientos interesantes, como unos tamales de pay de limón preparados por unos jóvenes emprendedores. Porque todo cambia, y las nuevas creaciones e innovaciones son muy válidas; recordemos que todo ha sido creado por alguien alguna vez.

Me gustó encontrar varias opciones de tamales veganos y tamales de vegetales; sin embargo, creo que los tamales tradicionales de mole fueron los favoritos de todos. No cabe duda de que el mole es parte de los sabores de la patria y lo disfrutamos plenamente. Para prueba, como dice el dicho, “basta un botón”: el stand de los productores de mole de Actopan lucía más que majestuoso.

Las bebidas también tenían su espacio: los atoles, el champurrado, el chilate y el café, así como las aguas frescas, que se dejaban ver en los tradicionales vitroleros llenos de colores diversos. Me llamó la atención el atole de novia. No hubo oportunidad de escuchar la historia de la bebida y la razón de su nombre tan peculiar… tampoco lo probé. Así que, buscando en los mares de la red, me encontré con varias versiones que coinciden en que es una bebida preparada por una joven casadera que la ofrece a la familia antes de la boda… Muy interesante. Despertó mi curiosidad, así que prometo que la próxima vez que vea un atole de novia, lo voy a probar.

La feria tenía como países invitados a Colombia, El Salvador, Honduras y Venezuela. Los cocineros oriundos de aquellas tierras trajeron los pisques salvadoreños, los chuchitos guatemaltecos, el nacatamal hondureño y también me pareció ver arepas en alguno de los stands.

Finalmente, llegó la hora de mi charla, así que corrí a tomar mi lugar para compartir con los asistentes. Todos estuvieron muy atentos. Muy motivador, debo decir, fue recibir retroalimentación, ya que hubo varias preguntas y vi caritas sonrientes.

Definitivamente, fue una hermosa experiencia poder disfrutar de un maravilloso intercambio de saberes y sabores en el Museo Nacional de Culturas Populares. La Feria del Tamal continúa hasta el domingo 2 de febrero, ¡no se la pierdan!

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