Gastronomía española y flamenco, la experiencia íntima de Sebastián del Buen Ayre en CDMX

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En La Condesa existe un espacio donde la gastronomía española y el flamenco se encuentran de una manera íntima y sorprendente. En la casa del bailaor Sebastián del Buen Aire, los asistentes disfrutan tapas, vino y un espectáculo de pasión y alma, y es en este punto donde el artista anuncia su próxima presentación de Noises Flamenco en el Lunario del Auditorio Nacional, una experiencia que combina tradición, modernidad y el espíritu del arte andaluz en el corazón de esta ciudad. Foto de portada Erik Ochoa.

Entre todas las casas de La Condesa hay una muy particular, porque más que un hogar, es un refugio artístico. Allí vive el bailaor Sebastián del Buen Ayre, y allí también se condensa una forma íntima de entender el flamenco. La sala principal se convierte en recepción y antesala, y en el segundo piso, se descubre un microcosmos donde cada sábado ocurre un pequeño milagro, porque esa habitación de apenas veinte metros cuadrados tiene algo indispensable para un artista flamenco, un tablao, y a su alrededor unas cuantas sillas. Así, la cercanía inevitable entre artistas y público, y se este espacio se convierte en un escenario con un espectáculo que apela a los sentidos en toda su expresión.

Antes de subir, los asistentes nos reunimos alrededor de algunos bocados típicos de España, había tapas servidas sin ninguna pretensión, un vino que invitaba a predisponer el ánimo y un ambiente que preparó el terreno para el cante jondo. Esa armonía entre lo culinario y lo musical hace que la experiencia fluya como lo hace una buena receta: ingredientes simples, tiempo preciso, intensidad justa. Era imposible no pensar en la manera en que España ha ido construyendo su gastronomía a través de siglos de intercambios, del Mediterráneo a la influencia árabe, y de ahí al abrazo de los productos que llegaron desde América, mientras ese mismo sincretismo se materializaba después en el escenario, en cada taconeo y cada rasgueo, como lo vimos y lo sentimos esta noche.

Foto: Erik Ochoa

Antes de subir al segundo piso, los asistentes nos reunimos en la sala -que sirve de recepción- alrededor de algunos bocados típicos de España, como tapas -servidas sin pretensiones-, un vino que invita a predisponer el ánimo y un ambiente que prepara el terreno para el cante jondo. Esa armonía entre lo culinario y lo musical hace que la experiencia fluya como lo hace una buena receta: ingredientes simples, tiempo preciso, intensidad justa. Era imposible no pensar en la manera en que España ha ido construyendo su gastronomía a través de siglos de intercambios —del Mediterráneo a la influencia árabe, y de ahí al abrazo de los productos que llegaron desde América— mientras ese mismo sincretismo se materializaba después en el escenario, en cada taconeo y cada rasgueo.

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La presentación más reciente de Sebastián en su casa tuvo, además, un valor especial, porque fue el momento elegido para anunciar Noises Flamenco, su próximo espectáculo en el Lunario del Auditorio Nacional. Un regreso significativo, no solo por lo simbólico del espacio, sino porque ahí, dice el artista, “siempre me reciben con los brazos abiertos”. Para Del Buen Ayre, México no es únicamente un destino: es un lugar de inspiración, porque su público tiene una sensibilidad especial hacia el arte flamenco. Por eso quería estrenar aquí este proyecto tan íntimo y ambicioso, confiesa.

Noises Flamenco es el resultado de un viaje personal y profesional que lo ha llevado por Europa, Norteamérica y Sudamérica. Del Buen Ayre ha absorbido, como quien recoge sazones distintos en cada cocina, ritmos y sonoridades que amplían su idea del flamenco.

“Durante años he convivido con distintas músicas que me han enseñado a escuchar el ritmo de otra manera”, explica. Y esa convicción se siente en su propuesta. El espectáculo utiliza al flamenco como hilo conductor, pero dialoga con otros géneros para crear un mundo onírico, sonoro y visceral, acompañado de músicos en vivo y de la bailarina invitada Marién Luévano.

La mezcla entre rigor técnico y libertad creativa —su sello personal— lo ha convertido en uno de los innovadores más respetados del género. Y ahora, con Noises Flamenco, se adentra aún más en esa búsqueda que convierte la tradición en lenguaje contemporáneo.

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