Cada 21 de mayo se celebra el Día Internacional del Té, una fecha instaurada por las Naciones Unidas para reconocer la importancia cultural, social y económica de una de las bebidas más consumidas del planeta. A lo largo de los siglos, esta bebida ha trascendido generaciones, continentes y rituales.
Por Redacción Vatel Magazine
¿Sabías que no todo lo que tomamos como “té” lo es? La palabra “té” se refiere solo a la infusión elaborada con las hojas de la planta Camellia sinensis, de la cual derivan variedades como el té verde, el té negro, el té blanco, el oolong y el pu-erh, por lo que las bebidas elaboradas con otras hierbas, flores, raíces o frutas —como manzanilla, menta, rooibos o hibisco— son técnicamente infusiones o tisanas, no tés.

Esta distinción no solo es botánica, también encierra siglos de tradición, cultivo especializado y prácticas ceremoniales. De hecho, el mundo del té guarda secretos de lujo y rareza, como el legendario Da Hong Pao, un té oolong cultivado en los montes Wuyi, China, el cual proviene de arbustos -madre- centenarios, esta variedad puede alcanzar precios de hasta 1.2 millones de dólares por kilo, convirtiéndose en la bebida de té más cara del mundo. Su riqueza aromática y su escasez lo han elevado al estatus de objeto de culto entre coleccionistas y conocedores.
Uno de los últimos lotes de Da Hong Pao cosechado y hecho de los árboles madre fue recolectado en el Museo del Palacio en Beijing. 20 gramos de este té fue vendido por ¥ 208,000 en 2005 (unos 1300 dólares estadounidenses), es el récord de subasta más alto para el Da Hong Pao, hasta el momento.

Celebrar el Día del Té es también honrar a millones de pequeños productores que, en países como India, China, Sri Lanka, Kenia o Vietnam, trabajan en condiciones complejas para cultivar y procesar este elixir natural. La fecha busca generar conciencia sobre la necesidad de una producción sostenible, de comercio justo y de respeto por las comunidades que hacen posible cada taza.
Ya sea en una ceremonia zen, en una pausa a media tarde o en un moderno salón de té, esta bebida milenaria sigue invitándonos a detener el tiempo, a reflexionar y a compartir. Porque el té, más allá de sus matices y aromas, es también un puente entre culturas.
